viernes, 7 de noviembre de 2008

EL ABOMINABLE HOMBRE DE LA SIERRA

Resulta curioso el ideal, o el arquetipo de cazador que los pseudoecologistas muestran a la sociedad, pero de curioso que es, pasa a veces a ser preocupante porque realmente esa es la idea de cazador que ha cuajado en gran parte de la sociedad.
Por definición, para un ecologista, un cazador es un ser depravado y sin escrúpulos que disfruta matando animalillos inocentes e indefensos sin justificación alguna para su disfrute y deleite, motivo por el cual debe estar estigmatizado socialmente, luego está justificado su aislamiento social y debe ser señalado como el mal personificado en la tierra.
Eso me parecen estupideces que por serlo, son los inventores de esa persecución los que deberían ser perseguidos, pero por “los loqueros”. Tanto es así, que los auténticos ecologistas, los que respetan y siempre han respetado la caza y a los cazadores como un elemento necesario para el equilibrio natural, han dejado de llamarse precisamente ecologistas para pasar a autodenominarse naturalistas, separándose así de este nuevo tipo de ecologismo llamado “sandia”, que no son tal, sino que como dije al principio, son simple y llanamente pseudoecologistas, que tienen tanto o más peligro que los escopeteros.
A ellos no les importa manosear a los polluelos de águila imperial, sin pensar que sus padres los puedan aborrecer, como se dice en Extremadura, o como a bordo de sus todoterrenos, se salen de los caminos para trochar campo a través para hacer una simple fotografía, cuando podían ir andando que es más sano y natural. El colmo es cuando aparece una noticia en los periódicos informando de una de sus “acciones” preferidas, ejecutadas al más puro estilo terrorista, soltando decenas de visones de esta o aquella granja.
Es curioso, pero el cazador para poder cazar, tiene que realizar un examen, que una vez aprobado, le habilita para cazar y encima, paga para poder hacerlo pero, ¿quién examina a estos pseudoecologistas que campan a sus anchas por el campo? Sin ningún tipo de control o autorización, muchas veces se dedican a observar, o mejor dicho, a incomodar y molestar a especies protegidas o que se encuentran en peligro de extinción, unas especies que en la mayoría de los casos encuentran su refugio precisamente en cotos de caza.
Llegados aquí, y haciendo referencia al título de este artículo yo me pregunto: ¿Quién es entonces el abominable hombre de la sierra, el cazador, o el ecologista?
Tendríamos que analizar la ética de los unos y de los otros, porque la estética de cada cual, es de sobra conocida; Ortega y Gasset definió a la perfección a estos personajillos que pululan por el campo sin saber el daño que hacen y que se presentan ante la sociedad como adalides de la causa ecologista y la defensa del medio ambiente, que por ilustrativo que es el análisis que de los mismos hace, cito textualmente para deleite de los cazadores y para pesar de los activistas “sandias” que pudieran leer este artículo:
“A la efectiva brutalidad en el trato con los animales que hace años era habitual en algunos países latinos, responde el inglés con otra exageración*. La caza fotogénica es un amaneramiento y no un refinamiento; es un mandarinismo ético no menos deplorable que el intelectual de los otros mandarines.”

Entrando a analizar esa exageración de la que nos habla el filósofo, éste afirma con rotundidad en tono jocoso y con cierta malicia que: “Es incomprensible que no se haya hecho ningún estudio, desde el punto de vista ético, sobre la Sociedad Protectora de Animales, analizando sus normas e intervenciones. ¡Vaya usted a saber si la zoofilia inglesa no tiene una de sus raíces en cierta secreta antipatía del inglés hacia todo lo humano que no sea inglés o griego!”

En cualquier caso, el cazador, y permítaseme la expresión, pues no pretendo que sea ofensiva para nadie, como decía el cazador ha formado, y forma parte del “bestiario” de nuestras sierras, y los naturalistas también; pero, ¿y los ecologistas?, “that is the cuestión”...

El medio ambiente se respeta con hechos, y no es más activista el que más grita, más insulta y más se manifiesta. ¡Líbrenos Dios de los escopeteros antiéticos!, pero apiádese de nosotros si caemos en manos de los “integristas sandía”, porque tanto unos como otros, son los responsables de la mala fama de los cazadores y de los naturalistas.

Jesús Lara Bueno

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