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Este nombre tan castizo, tan español, tan simple, sirve para que conozcan algunas de las manías que tiene un servidor, que sin llegar a ser, puestos a hablar en un lenguaje casi taurino, un hábil matador de reses, pues tengo fama de ser de los que reparten la caza, para que me entiendan todos, de los que la mudan de finca, una mala fama ésta totalmente injustificada, o puestos a ser sinceros, casi injustificada, como digo, tengo mis manías y costumbres cuando cazo.
Pues bien, tanto mi hermano como yo, también “hacemos la silla” cuando preparamos los achiperres para ir de caza al día siguiente, una acción ésta muy destacada por ese genial montero, escritor y pintor cordobés que es Mariano Aguayo.
La tarde antes de ir de caza, se saca el arma, se revisa una y otra vez, y si hace falta se limpia, se desempolvan los aperos de cuero si hace tiempo que uno no sale al campo, que ya es mala cosa, o se le quita el moho si la última vez que se guardaron estaban húmedos, y una vez guardados los chismes en la mochila, con una exquisita minuciosidad, se van colocando en una silla.
Primero se coloca la mochila o morral, después el rifle enfundado queda a su lado izquierdo, y después la silla o silleta se coloca al lado derecho, para posteriormente colocar sobre la mochila los zahones abiertos y acabar coronando esta estampa poniendo el sombrero o la gorra sobre el rifle.
La verdad es que uno se deleita contemplando la silla hecha y piensa en lo que le deparará el azar al día siguiente, si habrá suerte y se tirará algo, o si por el contrario como de costumbre, uno se volverá a casa bolo y con menos peso en los bolsillos después de soltar los cuartos. En cualquier caso, después de dejar todos los archiperres preparados solo queda una cosa clara, que por delante queda una larga noche en vela.
Esta acción, que muchos podrían tildar de estúpida tal vez, se realiza con una unción y una beatería tal, que uno disfruta colocando los trastes de matar casi tanto, como cuando se llega al puesto y se sacan para cazar; por eso, montería tras montería se repite este ritual, esta liturgia en mi casa.
Son muchas las manías que uno tiene, o más bien, yo las llamaría costumbres, de esas que si no las haces, no estás a gusto, te sientes incómodo, algunas de las cuales realizas instintivamente sin darte cuenta, en mi caso por ejemplo, santiguarme antes de salir de casa, salir a la calle con el pie derecho, hacer una cruz en el suelo con la punta del pie derecho cuando llego al puesto, al estilo de los toreros cuando salen a la plaza, o darle un toque con la punta de los dedos a la madera de la culata del rifle o la escopeta cuando se enciende una ladra o se acerca un bicho.
Todos tenemos manías, y las tenemos en los distintos órdenes de la vida, aunque no las reconozcamos, o nos dé vergüenza hacerlo, pero esas manías, nuestras manías, forman parte de nuestra personalidad, son propias de nosotros, y eso, siempre que no se llegue a extremos enfermizos, ni dañen o molesten a los demás, nos hace que seamos distintos de los demás, en definitiva, hace que seamos nosotros mismos.
Jesús Lara Bueno.
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