martes, 2 de septiembre de 2008

SENCILLAMENTE LIBERTAD


Sentado en mí puesto, aprovechando los rayos de sol de una fría mañana invernal, y oculto entre las jaras aún mojadas por la helada, en las que las gotitas de agua de sus hojas desprenden unos luminosos destellos de gran belleza, veo como juguetón, un petirrojo, se posa, salta y juguetea a menos de un metro de mí.

Saltando de rama en rama de la chaparra que tengo enfrente, y de ésta a las jaras, pienso en como algo tan simple, como es contemplar el juego nervioso de este pajarillo, ajeno a todo lo que acontece a su alrededor, inmerso en su actividad, se muestra libre ante mis ojos, sin importarle nada, sin importarle ni siquiera mi presencia; al fin y al cabo, que soy yo para él.

Esta imagen, esta estampa tan común en cualquier montería, que más de uno ha visto alguna vez, y que en la quietud y tranquilidad del puesto, más de una vez hemos observado con detenimiento en silencio abstrayéndonos por unos momentos de todo; pues como decía, esta imagen del petirrojo me hizo reflexionar en como una criatura tan pequeña era capaz de gozar de tanta libertad sin importarle, como decía antes, mí presencia o la de otros tantos peligros que le pudieran estar acechando.

A veces, los humanos, nos creemos libres y en realidad nos engañamos a nosotros mismos con esta ilusión. La libertad la vemos como un concepto, y como tal la hemos venido analizado históricamente, no escatimamos esfuerzos en intentar determinar y acotar que es en realidad o en qué consiste, a veces desde un punto de vista lingüístico o etimológico, otras veces religioso, otras político, otras jurídico, y las que más, filosófico o social, y ese es el problema, que siempre hemos querido definir a la libertad sin saber en realidad disfrutar de ella.

Ese frágil petirrojo, cuya conducta un ornitólogo nos diría que se rige por instintos, que esos saltitos tienen su razón de ser, tal vez, como mecanismo de defensa, no conoce el significado de la palabra libertad, le da igual y sin embargo, la vive y la disfruta plenamente, y nosotros en cambio, aún siendo los bípedos racionales más inteligentes de La Creación, conociendo el importante significado de la libertad, en la práctica, no somos capaces de disfrutarla y vivirla en toda su plenitud como ese petirrojo.

Al instante, pocos minutos después de contemplar a escasos metros de mí a este petirrojo y observar tan magnífica demostración de disfrute, veo como se aleja igual que vino, en silencio, despreocupado de todo cuanto le rodea, saltando, jugueteando con las ramas y con las hojas de las que al posarse para volver a saltar de nuevo se desprenden las brillantes gotas del rocío de la mañana que caen sobre el suelo y la hierba mojada, y es entonces cuando me doy cuenta de la importantísima lección magistral que este simple e insignificante animalillo acababa de darme.

Jesús Lara Bueno