jueves, 26 de febrero de 2009

EL NARCISISMO DEL MONTERO


El otro día, una señora que vino a mi despacho, antes de entrar, se quedó mirando detenidamente los trofeos de caza que tengo en el zaguán de mi casa, leyendo las chapas, las placas de los mismos, y cuál fue mi satisfacción al descubrir infraganti a la atenta observadora; y en verdad, es que todos los cazadores somos un poco exhibicionistas, pues nos encanta enseñar orgullosos nuestros trofeos, que los demás los vean, y a la menor oportunidad que nos den, contar como matamos ese venado en tal sitio, o aquel cochino en aquel otro sitio.

Yo soy un claro ejemplo de ese narcisismo del que hacemos gala los monteros, pues lo mío es muy curioso, un claro ejemplo de lo que digo es que no tengo colgado absolutamente ningún título académico ni profesional, y tengo alguno que otro..., pero sin embargo, junto a mis trofeos de caza tengo el Título de Montero.

Recuerdo que en cierto documental sobre la Montería española, el polifacético Mariano Aguayo decía que: “No ha dejado de rodar el cochino, y el montero ya está pensando en describirles el lance al resto de monteros en la junta de carnes”, y tiene razón, es curioso pero es así, porque el montero encuentra un regusto, un placer que ralla el onanismo, contando y recordando sus lances cinegéticos, tanto inmediatamente después de producirse, como cuando se recuerdan después de muchos años. Eso forma parte de la caza, compartir las experiencias, hacer disfrutar de tus lances a los demás, e igualmente disfrutar de los lances de los compañeros.

Cualquier escusa es buena para contar nuestras azañas venatorias, y siempre hay lugar a la exageración, eso por supuesto, muy típica de los cazadores también, aunque sin malicia alguna, pero esas exageraciones, forman parte también de esa satisfacción que siente el cazador al contar sus vivencias, sus anécdotas.

Es común ver como después de la cacería, se siguen pegando tiros en el bar tomando una cerveza, o sentados en la mesa comiendo, se gesticula y se le corre la mano una y otra vez a aquella cochina que salto a la raya corriendo como alma que lleva el diablo y que de un certero disparo matamos una y cien veces cada vez que algún compañero nos hace la típica pregunta: ¿Has hecho algo?

Y ya en la cama, antes de entregarnos a los brazos de Morfeo, con cierta satisfacción y con alegría por la suerte que nos deparó la jornada, recreamos por última vez en nuestra mente ese lance que nos hizo feliz. Hacemos balance, y los nervios, la noche anterior en vela, bien valieron la pena.

A buen seguro, a esa misma hora, otros maldecirán su mala fortuna, y verán durante toda la noche como el venado que entró andando tranquilamente en el cortadero, se pierde entre las jaras a la carrera, dejando atrás la ilusión, el sueño y rompiendo toda la esperanza del montero que de igual forma, se pregunta una y otra vez, como pudo fallar, tratando así de dar una explicación a su mala suerte.

Pero la satisfacción está ahí, cuando en silencio observamos ensimismados nuestros trofeos colgados de la pared, recordamos con una perfecta nitidez el lance, y nos permite volver a revivir la alegría de aquel día.

Jesús Lara Bueno.

viernes, 20 de febrero de 2009

ESCOPETAZO A MONTESQUIEU


Sobra decir que Montesquieu es el padre y el estudioso impulsor de la organización del Estado actual, basado en la separación y autonomía de los Tres Poderes del Estado democrático moderno (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), separación que garantiza la independencia de los mismos, y por tanto su eficacia.

En España, es sabido por todos que esta separación de Poderes viene de la mano de la Constitución de 1978, la cual es garante de ese principio democrático institucional.

No se entiende un Estado moderno en el que esa separación de Poderes esté viciada, pues de ser así las instituciones del Estado estarían cojas, como coja ha quedado la democracia española en estos momentos con las injerencias del Poder Ejecutivo (Gobierno) en el Judicial, y del Judicial en el Ejecutivo.

Los jueces, aspirantes mitineros a ministros en el pasado, se convierten ahora en vengadores y defensores de la causa socialista, y los fiscales, metidos a ministros juzgadores y legisladores, demuestran un neodespotismo ilustrado nunca visto en los treinta años de democracia que llevamos vividos.

Una montería, una simple montería ha servido para quedar las instituciones españolas cojas, al más propio estilo de la tan referida película en estos días “La escopeta nacional” de Luis García Berlanga, en ella un humilde empresario quería vender sus porteros automáticos, aquí un Ministro de Justicia, un Juez Instructor de la Audiencia Nacional, una Fiscal también de la Audiencia Nacional y un Comisario Jefe de la Policía Judicial se reunieron para cazar a “populares” y festejar veinte años de caza mayor, ¡perdón!, quise decir de socialismo.

“Primero luchamos con los padres, y ahora nos toca luchar con los hijos”, esas son las palabras del discurso de investidura de un Ministro de Justicia, que es a la sazón Notario Mayor del Reino, y ahora resulta que la España que quiere es la España del señorito Iban y de Paco el Bajo, la de la Regula y el Azarías, la España de la niña chica … ¿Quiénes son ahora los señoritos y quienes los criados?

“Los Santos Inocentes”, la genial película de Mario Camus, se rodó para bien o para mal en Alburquerque, pero por desgracia una montería, un simple descaste de muflonas, ha demostrado que poco ha cambiado las cosas en España desde los años cuarenta a esta parte, aunque claro está, en Extremadura, Andalucía y Castilla La Mancha siempre hemos estado igual, las cosas nunca cambiaron, a los hechos me remito, y lo digo yo, el hijo de un humilde jornalero que además trabajó como tal en dicha película.

Yo pienso que los señoritos ahora son los socialistas adinerados y afuncionariados que pululan por doquier en este solar patrio de enchufe y jarana llamado España; ¿O los señoritos siempre fueron ellos y en realidad solo cambiaron la misa diaria y la camisa azul mahón por la chaqueta de pana, y ahora por el traje de diseño, el coche oficial y las buenas palabras?

Tal vez sea ingenuidad, ¡tonto de mí!, pero nuestra Carta Magna dice: “Todos los españoles son iguales ante la Ley”, y yo me pregunto sorprendido a la vista de los hechos, ¿todos?, ¡todos no!, los españolitos que venimos al mundo y somos hijos de vecino, pagamos para poder cazar, mientras otros, ese grupo selecto y elitista que son los que fueron ¿para qué necesitan licencia de caza, si toda España es su coto privado de caza y nosotros somos sus conejillos?

Sea como fuere, una montería ha servido para poner en entredicho las instituciones básicas del Estado español, por eso digo que esto ha sido un auténtico escopetazo a Montesquieu y a su teoría sobre la división de los tres Poderes del Estado democrático moderno; todos nosotros pagamos los puestos de la montería y a cambio no vendimos ni un mísero portero automático.

Jesús Lara Bueno.