miércoles, 25 de noviembre de 2009

LUGARES CON HISTORIA

A la memoria de mi amigo Fernan,
que me enseño a valorar y a respetar la grandiosidad de la Naturaleza.

Cuando estamos frente a un monumento, pensamos en cuanta gente habrá pasado por ahí, cuanta gente habrá vivido en ese castillo, en ese palacio, en ese monasterio; cuantas historias tendrán guardadas sus impertérritas piedras.

Cuando pisas un monte sucede igual, cuando observas un paisaje natural sucede lo mismo que con un monumento, recuerdo que mi amigo Fernan casi siempre que estábamos en un sitio de belleza apabullante decía: “Quien habrá hecho esto, la naturaleza es espectacular”, o cuando veíamos una casa o un cortijo abandonado en medio del campo exclamaba: “¡Cuantas historias de amor y odio se habrán vivido en esta casa!”.

Realmente la naturaleza es magnífica y es capaz de hacer por si misma grandes obras que la mano del hombre nunca será capaz de igualar por mucho que lo intente; yo también creo que realmente tiene que haber un ser, o un ente sobrenatural que haya creado tanta belleza natural, una belleza que no somos capaces de apreciar y de valorar.

Si nuestra existencia es finita, no alcanzo a comprender que justificación nos lleva a transformar y adaptar lo intemporal a nuestros caprichos del momento, si nuestro tránsito por la vida es fugaz. Cambiar lo intemporal por necesidad está justificado, hacerlo por el mero capricho de dejar nuestra impronta para el mañana, es un grave riesgo que nos puede hacer pasar a la posteridad, no ya por insensibles, sino por necios.

El hombre, como bien decía mi buen amigo, “es el bicho más dañino que hay sobre la tierra”, tal vez por eso no le demos importancia a la naturaleza, o ni siquiera, a lo que hemos sido capaces de crear con nuestras propias manos, con nuestra inteligencia: Monumentos, esculturas, pinturas, música, u obras literarias por poner algunos ejemplos; simplemente no le damos valor, no estamos sensibilizados, y ante cualquier signo de agresión su defensa se convierte inevitablemente en casus beli.

Para mí es un privilegio haber tenido la oportunidad de haber cazado en lugares donde lo han hecho Antonio Covarsí, o Antonio Cuéllar, lugares éstos sobre los que escribieron en sus magníficas obras, y en los que vivieron sus hazañas venatorias narradas; lugares que tantos y tantos cazadores anónimos que les precedieron pisaron. Mucho ha llovido desde entonces, mucho han cambiado esos lugares y las formas de entender y practicar la caza, pero esos lugares están ahí, igual que antaño.

Poder leer el "Libro de la Montería", escrito por Alfonso XI “El Justiciero”, y poder decir que he monteado en esos lugares de Alburquerque que él describió en su tratado sobre la montería, tales como "Torre Ajena" o "Puerto de las Cebollas", cuyos topónimos hoy son "Torrejena" y "Puerto del Cebollino", y cuyas características para la caza, así como las mejores épocas del año y formas de cazar esos enclaves describe en el “Capítulo xxjº, de los montes de tierra de Coria, et de Gallisteo, et de Alcantara, et de Alborquerque” (Libro Tercero), supone todo un privilegio para mí.

Distando tantos siglos entre la Edad Media y la Edad Contemporánea, estos se acortan al pisar los mismos lugares para realizar la misma acción que durante siglos han venido haciendo gentes de todo tipo y condición: Montear.

Jesús Lara Bueno.