martes, 22 de julio de 2008

CADA VENTANA, GUARDA UN SECRETO*


Cuando cae la fría noche y la lluvia da una tregua, a esa hora en la que los perros le ladran a las sombras y los gatos se enzarzan en sangrientas contiendas, me gusta pasear por las calles de Alburquerque, y fijarme en las cálidas luces de los hogares que se dejan entrever por los balcones y las ventanas.

No es una costumbre que tenga, y mucho menos que la ejercite a diario, pero lo cierto es que cuando por necesidad, o por capricho tengo que salir de noche a la calle, me gusta fijarme en las luces que iluminan las ventanas por las que paso, y me encanta imaginarme que historias habrá tras los cristales de cada una de ellas, cuanta vida hay entorno a esas luces, cuantos secretos; me gusta pensar que tras cada una de esas ventanas iluminadas hay una historia.

En una amor y pasión, en otras peleas y odios insospechados, en otras malos tratos maquillados y sufrimiento, mucho sufrimiento, en otras juegos infantiles y felicidad entorno a una camilla calentada por un reconfortante brasero, en otras el aguante de muchos años de convivencia que se hace llevadera gracias al “corazón” que muestra el televisor, en otras, simplemente soledad; pero sobre todo, tras cada una de esas ventanas que me paro a observar desde la calle, hay mucha vida, porque cada vida tiene su propia historia, y la luz que traspasa los cristales de esas ventanas, así me lo hacen sentir.

A mi paso, un perro se aleja ladrándome, como diciéndome que no es hora de deambular por las calles oscuras y silenciosas, que no es hora de intentar descifrar los secretos que guarda cada ventana, que vuelva al calor de mi propia casa, que cada uno en su casa tiene su propia historia de la que preocuparse; parece que con su ladrido me dice que deje a cada ventana con su intransferible historia, que por la mañana, cuando el sol salga, cada una de esas historias se echara a la calle camuflada de la hipocresía y el egoísmo que es la cotidiana realidad del día a día.

Cada tarde, cuando cae la noche, y las luces de las casas se van encendiendo, con ellas aparecen de nuevo las verdaderas historias de cada hogar, historias que el tiempo, se encarga siempre de desvelar; ¡Cuanta realidad hay en cada ventana!, ¡Cuanta hipocresía hay fuera de ellas…!

Jesús Lara Bueno.
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Artículo publicado en el nº. 68 de la revista cultural “La Glorieta”, en mí sección “El Alalí”. (Octubre de 2003)

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