martes, 22 de julio de 2008

PRIMERAS LLUVIAS*


Escribo estas líneas cuando desde la ventana de mi cuarto veo como las primeras lluvias hacen acto de presencia, la gente corre por la calle para guarecerse del agua que cae incesantemente, y los árboles ya se van desnudando ante la llegada de su cita anual con el otoño.

Esta imagen es el preludio de la llegada de la estación más romántica del año, pero para mí significan algo más, los aromas que traen consigo, el olor tan característico a tierra mojada, a jara, eucalipto o romero, me recuerdan que con ellas se acerca la temporada de monterías.

Con estos inconfundibles aromas, vienen a mi unos sentimiento indescriptibles, un nerviosismo, casi buscado por mí, auspiciado por las ilusiones y esperanzas que se renuevan al comienzo de cada temporada.

Estas estampas otoñales me invitan a limpiar mi fusil, afilar el cuchillo y engrasar los zahones y las botas para que resistan las inclemencias de esta tierra nuestra tan extrema y dura.

Ya sueño y me ilusiono con las ladras y las carreras de las reses, con las descargas y el sonido de las caracolas al término de cada montería.

En estas fechas, uno se vuelve a releer los libros de caza que guarda como un tesoro, y las conversaciones venatorias con los compañeros de fatigas aumentan, recordando lances de jornadas pasadas, exagerados casi siempre, que no se repetirán, pero que se mantendrán siempre vivos en nuestras mentes; y como nó, hablando de lo que nos espera, soñando con cobrar este año el navajero o el venao de nuestra vida, y así matamos el gusanillo de la afición y nos ilusionamos.

Pronto nos echaremos al monte, a patear esas sierras que tanto queremos y añoramos, esas sierras de un Alburquerque señorial y montero por excelencia que antaño fue punta de lanza de la montería extremeña y cuna de ilustres monteros, y que hoy se encuentra tocado de muerte por culpa de los cercones y las excesivas roturaciones y desbroces; ¡Maldita la hora en la que inventaron los buldocers y las alambradas!

Jesús Lara Bueno.
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Artículo publicado en el nº. 67 de la revista cultural “La Glorieta”, en mí sección “El Alalí”. (Septiembre de 2003)

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